Había mucha curiosidad para ver lo que había hecho Kenneth Branagh con Thor. Ya sorprendió la elección de este director con predilección para historias de época y adaptaciones de clásicos con suerte desigual, capaz de hacer una muy buena película con Hamlet del Shakespeare y de darse con un canto en los dientes con una versión para el olvido de Frankenstein de Mary Shelley; pero el caso es que Branagh ha resuelto su primer trabajo en un blockbuster de alto presupuesto con solvencia. Thor no es una película de altos vuelos, el personaje no tiene el magnetismo de Iron Man y era muy fácil que esta película saliera mal porque responde únicamente a la exigencia de presentar al Dios del Trueno en sociedad antes de la Marvel estrene esta orgía superheróica de Los Vengadores. Y de paso sacar un dinerillo para la causa, por supuesto.
A pesar del viento en contra, Kenneth Branagh se lleva la película a su terreno y disfraza un spot publicitario de dos horas de historia épica entorno a Thor, centrada esencialmente en moldear la figura del superhéroe a través de un viaje iniciático con rivalidad fraternal de por medio. Se nota el gusto del director por Shakespeare en la relación familiar entre el patriarca y sus dos hijos, así como en la representación de la lealtad y la traición en su forma y consecuencias.
Sin embargo, Thor funciona porque está libre de complicaciones, no busca lucimientos y no cae en la trampa de repartir minutos entre sus estrellas, algo que acusó gravemente Iron Man 2. Con un desarrollo más eficaz que coherente de la historia, todo el protagonismo está enfocado en Chris Hemsworth, perfecto tanto por su físico idóneo para el papel como por su interpretación de Thor, el único personaje con una evolución constante a lo largo del filme.
En el apartado técnico, Thor también sale indemne del paso todavía controvertido hacia el 3D, ya que sin aportar nada en absoluto tampoco pone de relieve los defectos del abuso del croma y las recreaciones digitales. Aunque el diseño de los distintos universos es bastante kitsch, a medio camino entre Power Rangers y un circuito del Mario Kart, las pocas secuencias de batalla de la película son un auténtico espectáculo de color y sonido al ritmo de martillazos que, sin embargo, no lucen tanto como las escenas de corte más cotidiano en las que domina el sentido del humor. En cualquier caso, Thor cumple con su cometido y nadie ha muerto en el intento.