Antes de entrar propiamente en Los Vengadores, creo que es analizar la estrategia de Marvel para llevarnos hasta ella, ya que esta película lleva gestándose ni más ni menos que desde 2008 con la primera aparición de Iron-Man en pantalla. Y de ahí en adelante la mecánica ha sido la de enseñar las patas y esconder el cordero: cuatro películas más (El Increíble Hulk, Iron-Man 2, Thor y Capitán América: El Primer Vengador) vastamente entrelazadas a través de cameos (Stark, Hawkeye, Nick Furia, la Viuda Negra, el agente Coulson, etc.) con protagonismo variable, elementos recurrentes (el Cubo Cósmico, S.H.I.E.L.D.) y, sobre todo, el horizonte común, anunciado a bombo y platillo, de una amenaza desconocida que requerirá la reunión de un equipo de superhéroes.
Esta raíz ramificada para una sola película sólo podía darse en un universo como el de Marvel, que al igual que en los cómics, primero son los spin-off’s los que llevan a la película global que es Los Vengadores, la que tiene el reto de aglutinar y dar sentido a una serie de películas abiertamente incompletas. Y la respuesta a si caer en la trampa de ver todas las películas-anuncio ha valido la pena para llegar finalmente a Los Vengadores ha valido la pena, la respuesta es rotundamente sí.
Contrariamente a lo que suele ocurrir en estos casos, lo que hace buena a Los Vengadores, por encima de los efectos especiales impecables y las escenas de acción espectaculares, es su guión. El argumento de Los Vengadores prosigue el arco del personaje del Capitán América, el líder de la tropa, en una trama sorprendentemente bien elaborada que gira entorno a la escalada de poder motivada por el pánico. La organización S.H.I.E.L.D. quiere poseer un armamento definitivo contra una amenaza hipotética, partiendo de la certeza de la existencia de fuerzas superiores procedentes de otros mundos que se presentan en las anteriores películas de Thor y Capitán América. Por esto es muy acertada la elección de un villano masivo para la película (con un portavoz personado en Loki), porque el discurso se cimenta íntegramente en la formación de un equipo, no en la formación de un equipo “para”.
La diferencia es sutil pero importante, ya que convierte la reunión de los Vengadores en una iniciativa proactiva (en cada película previa se anuncian y ni siquiera hay un enemigo a la vista) en vez de en una reactiva, como sería lo habitual. El villano de la película es en gran medida la incertidumbre y la ausencia de un propósito tangible que dan paso a los secretos y a la desconfianza dentro del equipo. Esta parte, que dura aproximadamente los dos primeros tercios de metraje, se calibran los egos de todos los personajes y es cuando los films advenedizos se hacen significativos, porque hacen que los personajes encajen solos porque se compensan debido a que están en distintas fases de construcción y, por tanto, no requieren una igualdad estricta de protagonismo.
Cuando la amenaza finalmente toma cuerpo en los Chitauri en el apoteósico tramo final de la película el equipo definitivamente toma forma y es cuando lucen los méritos del trabajo previo dentro de unos minutos de acción espectaculares orquestados de forma impecable, dentro de los cuales luce especialmente triunfal un impresionante plano secuencia en el que aparecen todos y cada uno de los personajes librando la batalla, un plano que sería imposible que fluyera tan bien si no fuera por el trabajo de encaje de piezas previo que encuentra un clímax progresivo en Los Vengadores y le da un sentido único al universo Marvel cinematográfico.
Además, esta película mantiene la naturaleza enunciativa de las otras por dos motivos mencionados anteriormente: que el conjunto del film se centra en la génesis del equipo y que no hay un villano central al que derrotar. En este sentido, el epílogo de la película, lejos de ser conclusivo, presenta el villano principal que ya se dejaba intuir y nos deja con la única verdad absoluta que plantea el discurso de Marvel que todavía parece estar en fase prolegómena: el mundo necesita héroes y estarán cuando se les requiera.
